Es algo que se dice, pero está alejada de la realidad, porque las personas son más complejas que una fotografía. Lo que busco es dejar un registro, un testimonio. Y pienso que en ese sentido el libro tiene un valor patrimonial. Hay mucha gente que ha contribuido a la actividad artística y también hay una cantidad de retratos de obreros. Y apunté en cierto momento a profesiones que pensaba que iban a desaparecer, como el sastre, el relojero. Y por eso quería dejar un registro de eso. -¿Cómo fue el proceso de selección entre cientos de archivos? -No siempre los deseos se corresponden con los resultados. Por ahí tenés muchas ganas de hacerle un retrato a un personaje, pero el retrato no sale bien. Me ocurrió muchas veces, por eso tengo muchas fotos que no pude poner en el libro, porque no eran buenas fotos. El criterio fue privilegiar lo emotivo, las miradas, las expresiones de los fotografiados. También aparece el entorno de ese retrato, sea el taller de arte o un trabajador. Pero elegí aquellas fotos donde hay un primer plano, el rostro, la intensidad de la mirada.
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